Panorámica del barrio Juan Rey al suroriente de Bogotá |
La luna del Barrio Juan Rey
Leyla
Osorio/Voluntaria ACJ-YMCA
Andrea
es una mujer joven, obstinada e incansable a pesar de la adversidad. A sus 22 años llevaba una vida apacible en una finca ubicada en Murillo, municipio del departamento de Tolima, desde donde se observa el hermoso Nevado del Ruíz. Allí su labor era preparar la comida
para los trabajadores de la finca donde se alojaba.
Un
día se presentó la guerrilla exigiendo comida y agua.
La amenaza de las armas no dio lugar a resistirse. Tiempo después llegó el ejército exigiendo igualmente alimento y sitio para descanso. Estas dos visitas
acabaron con su tranquilidad. La siguiente vez la guerrilla la tildó de "enemiga de la causa" por haber recibido
al ejército. Le impusieron una fecha para abandonar la finca con su familia.
El
compañero de Andrea, Carlos, salió primero para Bogotá, en busca de algo o alguien que
le diera una mano en esta selva de cemento. A los dos meses de no tener
noticias, Andrea, desesperada, inició el mismo camino con su hija de tres años
y sus dos hermanas de once y doce años. Llegaron a Corabastos, la central donde
se reciben los alimentos del campo para surtir la capital. Un trabajador
de allí les tendió una mano arrendándoles una habitación en su casa, atestada de
perros y gatos. Andrea sostuvo a su familia desgranando arvejas en las noches.
Al amanecer acudía a la habitación para cuidar de su familia y reponerse
de las largas noches de vigilia. Transcurrían los
días sin tener noticias de Carlos. Pasados tres meses Andrea visitó un familiar en el barrio Juan Rey, localidad de San Cristóbal al
suroriente de Bogotá. Allí un amigo de Carlos la reconoció. Seis meses después logró
reencontrase con su compañero.
Gracias
a su constancia y firmeza, Andrea obtuvo un subsidio como desplazada, superando
las grandes filas, negativas y tramitología que hay que sufrir ante el gobierno para recibir ese tipo de ayudas. Ahora vive en casa propia ubicada en el barrio Juan Rey.
Al
principio su hija mayor, Angie, y su último retoño, Luna, debían permanecer solas en casa hasta que sus padres llegaban a altas horas de
la noche. Angie, que ahora tiene trece
años, fue la primera en descubrir el hogar-encuentro que desarrolla
la ACJ/YMCA en ese barrio. Esa noche contó animada sobre los niños que observó jugando en esa casa. Desde entonces, Angie
es una de las más fervorosas acudientes del hogar. En nuestra visita, su hermanita Luna nos contó que en el hogar de la ACJ aprendió Kirigami.
-¿Kirigami….? Se dice Origami. -le corregimos. -
-Noooo. Kirigami. - Nos insistió Luna muy seria. Como observó nuestra cara de incredulidad, salió corriendo a su habitación y nos trajo una muestra de Kirigami; una forma de hacer figuras cortando el papel.
-Noooo. Kirigami. - Nos insistió Luna muy seria. Como observó nuestra cara de incredulidad, salió corriendo a su habitación y nos trajo una muestra de Kirigami; una forma de hacer figuras cortando el papel.
Han
pasado diez años de aquella penosa situación. Los días de Andrea han encontrado
de nuevo tranquilidad y su casa se ilumina cada noche con las risas y anécdotas que escucha de Angie y su hermanita, la Lunita consentida de ese hogar.
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