28/1/23

 

21 de enero de 2023, sábado.

La abuela

Hoy en la madrugada, navegando en mi celular, encuentro en Facebook que Carolina Sanín ha subido nuevos monólogos, entonces, escucho uno que habla sobre su abuela. Y me queda sonando esa idea de la abuela que resume muchas mujeres en una; todas las que le antecedieron y todas las que le siguen. Pero lo que me llama más la atención es describirla como aquel ser “sin futuro”; en la abuela se proyecta el “no futuro”, porque ya hizo todo lo que hizo, bien o mal, completo o a medias, ya no hay lugar a hacer más, solo a esperar la llegada del fin. Eso, me angustia.

Sigo escuchando otros videos de Sanín, uno sobre el diario de Cristóbal Colón, narrando los últimos tres días antes de avistar tierra y su encuentro con los indígenas; de allí me interesa como narra que los obsequios de ellos a los indígenas eran de poco valor, y con eso lograron su gratitud y mansedumbre. Sanín pide que extrapolemos esa acción al momento actual; efectivamente el concepto de ganancia, utilidad, se basa en dar poco y recibir mucho.

Luego me enfrasco en una conversación de Sanín con Ana Bejarano sobre “el derecho a la expresión” y me entero que Ana hace parte de la organización “Temblores”, además hace parte de un colectivo de abogados que defienden “probono” a periodistas atacados por la información que publican. Recuerdo que, entre esos casos está la defensa de Vicky Dávila por su investigación “La comunidad de los Anillos”.

Pero lo que quiero resaltar aquí es mi costumbre o reacción inconsciente a comparar lo que he hecho de mi trayectoria, con la de Sanín o Ana, o la de cualquier otra escritora a la que me acerco, y me pongo a pensar cómo hubiese sido de interesante mi vida si me hubiese vinculado tempranamente a algún colectivo, para trabajar causas comunes entre colegas afines por su manera de pensar y vivir o, qué estaría haciendo ahora si desde temprana edad me hubiese vinculado a algún medio periodístico, o me hubiese lanzado a escribir y publicar.

Mi primera autocrítica es que tomé el camino fácil, vinculación en el sector público, con sueldo fijo. Es un sector monótono y cómodo. Gracias a esos ingresos, sin trabajar “como mula”, es decir, con esfuerzo moderado y razonable, logré y estoy finalizando de manera satisfactoria mis obligaciones y deseos de mi rol de mamá.

Ahora, lo que me desvela hace un tiempo es: ¿Y yo qué? ¿Esa Leyla, no mamá, qué?

Y me doy duro. Al tomar esta libretica hoy para plasmar estos pensamientos, encuentro una nota que dejé ayer sobre un Podcast que escuché. Es una frase de Tara Brack, maestra de mindfulness:



 


Y tal vez, ese debe ser el centro de mi atención en este inicio del año 2023; sentirme orgullosa de lo logrado sin criticarme. Ocuparme de otras cosas que quiero lograr, tal vez para que, cuando llegue ese momento de “no futuro”, lo pueda llevar con calma, con la serenidad de que “el no futuro” no me  socava, porque Leyla llegó a él, muy orgullosa de sí misma, de su ser, de lo que logró, sin mirar lo que no logró, de sentirme bien conmigo misma, porque hice lo que mi conocimiento y experiencia  de cada momento, me orientó a hacer. Me auguro un 2023 lleno de reencuentros plácidos con aquella Leyla que habita en mi. 

20/9/19

¿Para qué leer?




En “Por qué leer los clásicos” Calvino manifiesta: “Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contraste con él”
Y Jorge Volpi en “Leer la mente” nos dice que el “yo” sólo se moldea a través del contacto con los otros.

Leo para ponerme en los zapatos del otro. Para conocer la verdad que maneja ese otro. Leo para salir de mí y observarme desde la barrera. 

En mi niñez permanecí mucho tiempo en casa, porque sufría de asma. Afortunadamente había una biblioteca fascinante. Mamá había comprado una colección de libros rojos que traían el texto de famosos títulos, pero, cada tres hojas de la historia, venía la condensación de la misma en  comics. Así leí “Mujercitas” con Louisa May Alcott, “Alicia en el país de las maravillas” con Lewis Carroll. Walter Scott me acompañó a leer “Ivanhoe”, aventuré con Tom Sawyer de la mano de Mark Twain pero, confieso: releí “Mujercitas” una y otra vez,  y,  otra vez. Me escabullí en Jo,  la chica apasionada por la lectura,  poco vanidosa  y enamorada, en secreto, de su gran amigo y vecino Laurie.

Por tener esta característica de texto y dibujo,  de mis libros rojos, pude comprobar la insipidez del dibujo, frente al alcance de la mente que, al compás de las letras,  te sumerge en un colorido mundo en movimiento.  Opté por ignorar los dibujos.

Por albur, o porque inconscientemente lo busque, siempre cae en mis manos un libro que tiene algún personaje que coincide, en alguna situación, conmigo.  

Entonces suplanto al personaje, me traslado a sus circunstancias, y cuando regreso, soy más benevolente conmigo.
Con Piedad Bonnet sufrí el dolor de madre, al leer “Lo que no tiene nombre”. También con “Paula” de Isabel Allende, y regresé a mejorar mi relación con mi hija, que estaba en su adolescencia para esa época.

En “La suma de los días” de Isabel Allende, disfruté mi segundo matrimonio con personajes ajenos y con mi realidad del momento.

Florence Thomas fue mi acompañante en la soledad, luego de divorciarme de mi primer esposo, con “Genero: Femenino”

¿Por qué leer?
¿Para evadir un poco mi realidad?
¿Para acercarme más a “mi realidad”?
Cada lectura que inicio es oportuna, pertinente y halagadora a mis circunstancias. Con cada lectura voy y vuelvo, sintiéndome más cómoda con mi realidad, más fuerte, más humana.

En cada lectura existe la libertad de simpatizar o disentir. De releer o ignorar. Es el lugar donde eres dueño de tu caminar, eliges el paso al que quieres ir, eliges en qué momento continuar o cortar. Un libro es para mí “la ventana”, a la que solfea Luis Arturo Guichard, en su poema:
“Ventanas
“(…) Asomado a la ventana, el viajero
calcula cuántas vidas se ha perdido
por estar viviendo justo ésta,
fiel al límite vertical de los cristales”

Leyla Osorio Quintero
Maestría en Escritura Creativa
Universidad de Salamanca


7/10/16

El Festival Gabo 2016  

Una vez al año, nuestro querido Gabo regresa y se goza sobremanera el Festival que la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano celebra en Medellín, con motivo de su legado periodístico. 

Este año el encuentro se llevó a cabo del 29 de septiembre al 1º de octubre y contó con excelentísimos periodistas como  Martin Baron, quien hizo parte del equipo investigativo del diario The Boston Globe. Desde allí se revelaron los abusos de los sacerdotes a menores de edad. Esta investigación generó un huracán  ante las nuevas denuncias que aparecieron  en varios países, a tal punto que la Iglesia Católica, en cabeza del Papa Francisco, tuvo que reconocer la negligencia de los obispos con los casos de pederastia y solicitó castigo severo frente a esta tragedia.



Este caso de periodismo investigativo fue llevado a la pantalla gigante con "Spotlight", que ganó el Oscar a la mejor película 2015. Martin relató que les tocó acudir a la Corte para que la Iglesia  les diera acceso a información reservada sobre sacerdotes denunciados al interior de la comunidad y, respecto de los cuales, la única sanción que se aplicaba era su reubicación en nuevas parroquias.


Trailer de la película:  https://www.youtube.com/watch?v=efqalIqLev0    


Otro invitado de honor al evento fue el equipo periodístico que destapó el escándalo "Panama Papers", con el cual se dejó en evidencia el uso de paraísos fiscales por políticos, criminales, grandes empresas y hasta instituciones públicas, para eludir impuestos y lavar dinero. La investigación fue dirigida por Marina Walker, de Argentina, vicedirectora del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación ­ICIJ­. 

Participaron 370 periodistas del mundo, quienes mantuvieron el proyecto en secreto por un año. Causa admiración el trabajo de Rigoberto Carvajal, ingeniero de sistemas costarricense, que ideó soluciones tecnológicas para almacenar, analizar y compartir la  información que llegaba a raudales, a medida que avanzaba la investigación. Se necesitaba un software bastante seguro para evitar infiltraciones y hackers. 

Marina Walker detalló los  criterios de selección de los periodistas que conformaron el equipo: personas comprometidas, con habilidades para trabajar en grupo, pero sobre todo, "buena gente". En palabras de Walker, "La vida es corta para estar lidiando con problemáticos" al hacer referencia  a que la investigación era bastante complicada como para agregarle complejidad al tener que lidiar con gente engorrosa.




Al final del Foro se le preguntó a Rigoberto Carvajal que, en caso de llevarse este trabajo al cine, quien desearía que lo representara. Will Smith, contestó sin titubear. Sin duda quedaría muy bien representado por este actor estadounidense que ha participado en películas con taquilla de más de cien millones de dólares como "Bad Boys" y "Men in Black".

Rigoberto Carvajal, imagen de #festivalgabo2016
Will Smith

El Festival también realiza el "Reconocimiento Clemente Manuel Zabala a un editor colombiano ejemplar". Clemente fue el primer gran maestro de García Márquez. Nació en San Jacinto, Bolívar, en 1889, y murió en Cartagena en 1963.  Fue Jefe de Redacción de Gabo en el diario "El Universal" de Cartagena. 

Este año el premio fue para Jorge Cardona, editor general del diario "El Espectador". Cardona tiene en su cabeza, y en sus cuadernos de notas dobladas a la mitad, la historia política y violenta de Colombia. Su memoria y su sencillez son del mismo grosor. Este filósofo de la Universidad de Santo Tomás empezó su labor de periodista en la sección judicial  "Alerta Bogotá" de Caracol Radio. En palabras de Jorge Cardona, este "periodismo de baranda" o "crónica roja" fue su polo a tierra. Ingresó en 1993 al periódico "El Espectador" y es reconocido como uno de los grandes editores de Colombia. 


En Medellín, Cardona nos dejó algunos tips para el buen periodismo:
  • Hay que leer, leer y leer kilómetros para escribir milímetros.
  • El periodismo no es una profesión, ni un oficio; es la militancia por la defensa del "derecho de libertad de expresión".
  • A Colombia le hace falta capítulos territoriales  de memoria; cubrir con independencia el proceso de tránsito por la justicia de paz, creación de medios indígenas, locales y comunitarios.
  • La pereza anda tan despacio que la pobreza la alcanza.


¿Metidas de pata? Si, muchas. Por ejemplo recordó una noticia de "Alerta Bogotá" con el siguiente titular "Ternero degollado, de 26 años" al referirse al homicidio de un tornero. O "mano decapitada". También evocó un titular del periódico: "Ponce triunfó en la Samaritana", y era en la "Santamaría", nombre de la plaza de toros de Bogotá. La Samaritana es el nombre de un hospital, también ubicado en Bogotá.





Es una fortuna y un honor haber sido su alumna en la especialización de Periodismo de la Universidad de los Andes. En el encuentro de Medellín,  el "Gran Editor"  Jorge Cardona me confirmó su apoyo para recopilar las columnas escritas por mi padre, Luis Eduardo Osorio Castillo, que reposan en el inmenso archivo lleno de ácaros, del diario "El Espectador". 



Lección del Festival



El nuevo periodismo requiere de un trabajo en equipo,  colaborativo, cuyos miembros adolezcan de arrogancia  y ansia de protagonismo. 

El buen periodismo, como la paz, se logra con "gente buena", que se informa para ejercer su libertad de expresión, 


pero lo hace respetando las expresiones del "otro", 

porque tiene la capacidad de colocarse 
en los zapatos 
de ese "otro".















20/5/15

La importancia de los primeros años

La Asociación Cristiana de Jóvenes – ACJ  o YMCA, por sus siglas en inglés, es un movimiento mundial que trabaja por la justicia social brindando espacios de paz y reconciliación. Uno de los proyectos que desarrolla con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar –ICBF  es la atención integral a la primera infancia.

El pasado sábado 9 de mayo de 2015, la ACJ organizó una visita de voluntarios  a los diferentes proyectos que lidera. Tuve la oportunidad de conocer el Jardín Infantil Alejandría en Ciudad Bolívar,  al sur-occidente de Bogotá. 

Esta localidad es una de las más grandes de la ciudad. Abarca 360 barrios distribuidos en trece mil hectáreas. Tiene 680 mil habitantes de los cuales 200 mil son niños y niñas entre 0 y 15 años. El Índice de Condiciones de Vida que mide la pobreza según la situación de los servicios públicos, educación, productividad de la persona, composición del hogar y calidad de la vivienda, califica a Ciudad Bolívar como la segunda localidad con menor nivel de vida, según estudio del año 2011, de la Alcaldía Mayor de Bogotá.



18/3/15

Judith


Uno de los libros del antiguo testamento se llama Judith. Es un relato de resistencia, la historia de una mujer valiente y astuta que salvó al pueblo de Israel de la tiranía de Nabucodonosor, rey de los asirios. Por ahí dicen que el nombre influye en el carácter de las personas y en las decisiones que toman para cambiar su destino.

Judith, mi amiga de infancia, sufrió un fuerte traspiés cuando murió su padre. Ella tenía quince años y estaba cursando octavo grado en un internado en la ciudad de Pamplona, ciudad de clima frío en el departamento del Norte de Santander. Con la noticia del deceso, las monjitas le dieron apenas lo necesario para tomar un bus a Cúcuta, y allí, comprar el tiquete a Santa Marta, su ciudad natal.

Al llegar a Cúcuta se enteró que no había cupo en el único vuelo del día, y el siguiente avión saldría dos días después. Sin más dinero, ni alguien conocido, optó por esperar la noche y esconderse en el baño del aeropuerto. En la madrugada fue sorprendida por la señora del aseo quien se conmovió y la llevó a dormir a su casa. La humildad con que vivía esa señora era tan grande como su generosidad.    

19/12/14

Las bombas de Pablo Escobar

Para la década de los 80, tiempo de zozobra para los colombianos por el tema de los explosivos con los que Pablo Escobar intentaba postrarnos, nuestra familia tenía otro motivo de angustia. La abuelita se encontraba en cuidados intensivos en el hospital San Ignacio, ubicado en el campus de la Universidad Javeriana, al oriente de Bogotá.
Una mañana de aquellas, mi hermana Elizabeth se encargó de llevar al abuelo de visita al hospital. Estuvieron con la abuela hasta el mediodía, acongojados por el estado de su salud que anunciaba una pronta despedida.  
A su regreso, tomaron el ascensor de la clínica que estaba atiborrado de personal hospitalario y visitantes. En medio de tanta gente, un médico reconoció a mi hermana e indagó por su presencia allí.  Ella le contó sobre la salud de la abuela y se la recomendó.  Dejó su cartera en el piso para liberar sus manos y anotar los datos del doctor en su agenda. Se despidieron abriéndose paso entre la multitud y se dirigieron al vehículo para regresar a casa. A mitad del camino Elizabeth preguntó al abuelo:
-¿Ves mi cartera? ¿Estará en la parte de atrás?
-No mijita, atrás no hay nada.
- ¡Ay!, entonces la dejé en el ascensor -afirmó con angustia girando el carro devuelta al hospital.