Una
diablita que levita
Estudié en colegio de monjas. Nos tocaba
rezar al inicio de cada clase, es decir rezábamos cuatro o cinco veces durante
la jornada escolar. El peor mes era mayo; misa todos los días y antes de ir a
casa, rezar el rosario.
Estaba en cuarto grado cuando se inició el
curso de preparación para la primera comunión. Allí nos empacaron más de los mismos
temas religiosos que ya recitábamos de memoria: los siete pecados capitales, la
importancia de recibir el cuerpo de Cristo, las consecuencias del primer
pecado, la creación, la composición de la santísima trinidad, etcétera,
etcétera, etcétera. Debo confesar que me aburría terriblemente y poca atención
puse al curso de primera comunión. Esto
lo comprobé un día en que, en una de las misas, una niña sentada a mi lado preguntó:
-¿La madre Silva dijo ayer que podíamos
comulgar antes de confesarnos o confesarnos antes de comulgar?