Voy
a ser astronauta
Por Leyla Osorio, voluntaria
Fundación Social por Bogotá
El pasado tres de febrero el
comedor de la Fundación Social por Bogotá, abrió sus puertas luego del receso de fin de año. Este comedor se encuentra en la vereda de
Quiba, al sur de Ciudad Bolivar, sur-occidente de Bogotá . Anderson fue
el primero en llegar para recibir su alimento. Llegó con su hermanita Nicol, de
seis años, a quien le señaló dónde sentarse. Él se dirigió a la coordinadora del lugar para
constatar que seguía inscrito en la lista de los 160 niños y niñas a los que la
Fundación les suministra almuerzo de lunes a viernes. Con sus inmensos ojos, aumentados aún más por
el grosor de sus lentes, y su tímida sonrisa, nos contó que era el encargado de
cuidar a Nicol. En la mañana la despierta para bañarla y vestirla. Si hay algo
de comer lo comparten, si no, esperan pacientemente que sean las once y media
para venir al comedor y salir con la barriguita llena al colegio, que es en la
tarde.
Hoy Anderson estaba especialmente
feliz. Uno, por la reapertura de este comedor, que le permite solventar el alimento. Dos, porque hoy posiblemente a su mamá le darán
un trabajo. Al referirse a ella, Anderson la defiende con fuerza:
-Que a veces no tengan comida no es culpa de
ella. Tampoco sus ausencias, pues ella debe buscar cómo ganarse la vida- su
tono de voz denota la seriedad de quien a tan corta edad ya es responsable de
cuidar de su casa. Sus hermanos mayores están en Estados Unidos y
muy pronto vendrán por él, nos dice con mucha seguridad. Efectivamente sus
hermanos fueron dados en adopción por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar -ICBF, ante la imposibilidad de su madre
para sostenerlos.
De no ser por el comedor que la
Fundación instaló en esta lejana vereda rural, muchos de
estos niños no tendrían cómo acceder a un alimento nutricional al día.
Según la Encuesta Nacional de
Situación Nutricional ENSIN 2005, doce porciento de los menores de cinco años (más de medio
millón de niños y niñas) presentan desnutrición crónica, porcentaje que aumenta
al diecisiete por ciento en la zona rural.
Cuando Anderson era bebe, sus hermanos
mayores lo traían al comedor de la Fundación. Un día, él y sus hermanos pasaron
la noche en la calle; la mamá no les dejó llaves y apareció al siguiente día. En la noche la vecina les ofreció dormir en su casa, pero los chicos prefirieron esperar a su mamá en la calle, entonces les ofreció unas cobijas. Durmieron arrunchaditos unos con otros para atenuar ese duro
frío que arrecia aún más en las madrugadas de esta región rural. Esta circunstancia fue la alerta para avisar
al ICBF sobre el descuido de la madre. Con la adopción de sus hermanos, ahora Anderson es quien maneja las riendas del hogar. Nos mostró con orgullo que en
este momento él está a cargo de las llaves de la casa. Así pasa sus días entre la escuela y sus
responsabilidades de hermano mayor, esperando pacientemente que sus hermanos
vuelvan por él, porque cuando eso suceda, va a poder cumplir su meta anhelada;
estudiar astronomía en Estados Unidos.
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